Halloween ha sido por siempre mi festividad favorita del año.

Recuerdo que no sabía que existía hasta un día a eso de los 6 en que algún incauto vino a tocar la puerta de casa pidiendo dulces. Yo no entendía nada.
Luego de un rato comencé a hilar cabos y me di cuenta de que eso tenía que ser lo que pasaba en Charly Brown y la Gran Calabaza. Detesto (ya desde entonces) Peenuts, pero el concepto de Halloween me alucinó. Por supuesto que mi vieja me tiró dos gritos y jamás me llevó a pedir dulces. C’mon : era Perú en 1988 ¿Quieres que nos maten a todos? Lo más cercano que tenía a un disfraz era una camisa a cuadros y mi único par de jeans, así que me lo puse y pretendí por horas que era una Cow Girl, como la que aparecía en mi imposible (y armado al menos 20 veces) rompecabezas de 100 piezas del año 70.

Siempre me juré que celebraría Halloween como se debe.

Pero desde hace uno par de años, me dolía mucho hacerlo.


(cha-chan continuará)